¿Por qué las latinas ya no quieren vestirse como las europeas?
Por Daniela Ríos – Periodista especializada en moda y cultura
Durante décadas, las pasarelas europeas —desde París hasta Milán— dictaron las reglas del vestir global. La alta costura, el prêt-à-porter y hasta las revistas de moda más influyentes hablaban desde una sola voz: la estética europea. Sin embargo, hoy las mujeres latinas han decidido escribir su propio manifiesto de estilo, con acento propio, cuerpos reales y un contexto que nada tiene que ver con el invierno eterno de Londres ni con las siluetas frías del norte.
La frase “las latinas no tienen por qué vestirse como las europeas” no es una declaración separatista, sino un acto de reivindicación. Es una forma de decir: nuestro clima, cultura, ritmo y cuerpos no pueden ni deben adaptarse a moldes que no nos representan. La tropicalidad, el mestizaje, la historia artesanal y la alegría cromática son parte de un legado que exige otras formas, otros cortes, otra moda.
Marcas como Johanna Ortiz, Carla Fernández, Silvia Tcherassi y Escvdo no solo están diseñando moda, están diseñando narrativa. Se inspiran en sus raíces, respetan la biodiversidad local y trabajan con comunidades artesanas que reflejan siglos de tradición. En vez de imitar a Europa, proponen una mirada desde el sur hacia el mundo. Y el mundo —finalmente— comienza a mirar de vuelta.
Vestirse también es un acto político, y muchas latinas ya no quieren seguir forzando sus cuerpos a siluetas que no fueron pensadas para ellas. Mientras las tallas únicas y las líneas rectas gobiernan en muchas colecciones del norte, en esta parte del mundo se celebra la curva, el movimiento, el tejido que abraza. Se trata de habitar la ropa con orgullo, no de esconderse en ella.
Aún persiste en la industria una colonización sutil: esa que dicta qué es “sofisticado”, “minimalista” o “elegante” desde una óptica que excluye todo lo que no es blanco, frío o nórdico. Pero cada vez más editoras, consumidoras y creadoras están derribando esa lógica. Porque sí, un vestido bordado a mano por una comunidad indígena puede ser tan lujoso como uno firmado por una maison parisina. Solo que el lujo ahora también significa identidad, ética y pertenencia.
Las latinas no se están desvinculando de la moda global, la están enriqueciendo. Están diciendo: “esto también es estilo”. Un estilo sin necesidad de traducirse, sin necesidad de validación. Uno que hable en su idioma, que baile con su ritmo, y que honre la belleza de ser quienes somos, desde donde somos.
Y eso, sin duda, es lo más revolucionario que la moda puede hacer.