‘Lipstick Index’ y el cambio de perspectiva
El poder de un labial, ¿Por qué seguimos apostando por pequeños lujos en tiempos de crisis?
Por Jale Woods – Editor en Jefe
La economía tambalea, el consumo revela sus verdaderas prioridades. No importa en qué parte del mundo estés: en medio de recesiones, conflictos o incertidumbres, hay algo que se mantiene constante en los patrones de consumo de la industria de la belleza: la venta de labiales se dispara. Es lo que el economista Leonard Lauder, presidente de Estée Lauder Companies, acuñó en los años 2000 como el Lipstick Index, un fenómeno que, dos décadas después, sigue vigente —y más revelador que nunca.
La lógica es tan simple como poderosa: cuando los grandes gastos no son viables, el consumidor busca gratificaciones más pequeñas, pero igual de simbólicas. Un labial puede costar 20 o 30 dólares, pero el acto de adquirirlo —y de usarlo— comunica elegancia, control y belleza. Es el pequeño lujo accesible que no requiere de endeudamiento ni sacrificios mayúsculos. Una cartera de diseñador puede esperar. Un labial, no.
Pero este fenómeno va más allá del precio. Tiene una raíz emocional: el maquillaje, y en particular el labial, tiene una relación directa con la autoestima. Basta pensar en la historia: desde la Segunda Guerra Mundial, cuando las mujeres compraban maquillaje pese al racionamiento, hasta la pandemia de COVID-19, donde el color volvió a los labios incluso debajo de las mascarillas. El lápiz labial es un ritual íntimo, una declaración de presencia, incluso en la adversidad.
No es solo un gesto estético. Desde la mirada analítica, el Lipstick Index ha sido estudiado como un indicador informal del estado de ánimo financiero de los consumidores. Cuando los mercados caen, pero las ventas de cosméticos —especialmente de labiales— aumentan, los analistas saben que el consumidor está buscando compensar la falta de poder adquisitivo con compras que le devuelvan algo de control.
Marcas como L’Oréal, MAC y NARS han capitalizado este fenómeno de manera magistral. En sus reportes financieros, es común ver repuntes en productos de labios durante trimestres difíciles, y no es casualidad que los lanzamientos más exitosos tiendan a coincidir con momentos de tensión económica o social.
Este índice no es solo económico; también es cultural. El labial ha sido históricamente un símbolo de empoderamiento femenino. En muchas regiones, representa la transición de una mujer joven al mundo adulto, o el retorno al trabajo tras una pausa, o incluso un acto de afirmación personal frente a los retos de la vida diaria.
En nuestras sociedades —donde el lujo ha estado reservado durante años a una élite—, el labial representa una entrada digna y poderosa al universo del deseo, el gusto y la pertenencia. Y sí, aunque existen productos de $4 o $400, la elección de uno de calidad, bien presentado y cargado de storytelling sigue siendo más fuerte que nunca.
El Lipstick Index no ha muerto. Solo ha evolucionado. Hoy convive con fenómenos como el Wellness Index, que mide cuánto estamos dispuestos a gastar en salud y bienestar. Pero en ambos casos hay una constante: en tiempos de crisis, no dejamos de consumir. Solo cambiamos la forma y el tamaño del lujo.
Y tal vez eso nos dice más de nosotros de lo que imaginamos.
