La alimentación se ha convertido en un accesorio de moda
Por Camila González – Periodista de Estilo y Sociedad

El lujo ha dejado de tener una sola cara. Ya no se trata únicamente de bolsos de diseñador, relojes suizos o zapatos imposibles de conseguir. Hoy, un bowl de açaí en un empaque estético o una botella de agua filtrada con diseño exclusivo pueden hablar tanto de estatus como un bolso Hermès. En esta era donde la imagen y el estilo de vida se venden en redes como moneda social, la alimentación ha ascendido a convertirse en un símbolo de poder, aspiración y pertenencia.
Y no es casualidad: las grandes casas de moda y belleza han captado este fenómeno y lo han convertido en parte de su narrativa. Dior ha creado cafés temporales en capitales de la moda, Gucci ha lanzado restaurantes de alta gama, y marcas como Chanel se han asociado con chefs y experiencias gastronómicas en sus desfiles o lanzamientos. La estética de lo que comemos ya no es un simple detalle; es parte del branding de un estilo de vida completo.
¿Qué está pasando y por qué ahora?
En medio de una crisis global donde la inflación afecta incluso a los sectores acomodados, la salud, la sostenibilidad y el bienestar se han posicionado como las nuevas formas de status. Comer «limpio», «orgánico» o “plant-based” ya no es solo una elección personal: es un manifiesto social. Pero hay una verdad incómoda detrás de todo esto: la buena alimentación cuesta, y quienes pueden mantenerla lo exhiben no solo como elección sino como un lujo silencioso.
Las redes sociales han convertido el comer en un espectáculo visual: desayunos perfectamente servidos, rutinas de jugos detox, cenas minimalistas en vajillas de autor. En este contexto, marcas de belleza como Goop (de Gwyneth Paltrow), o Fenty Skin de Rihanna, no solo venden productos para la piel: venden todo un estilo de vida donde lo que comes es tan importante como lo que te pones.
En Latinoamérica, esta narrativa ha empezado a filtrarse lentamente. Influencers, diseñadores y marcas locales ya están utilizando la alimentación como un punto de conexión emocional con su audiencia. El storytelling detrás de un cacao orgánico o una infusión ancestral puede ser tan poderoso como una pasarela bien montada.
Algunos críticos argumentan que esta romantización de la comida como lujo puede excluir a las mayorías, trivializando problemáticas reales de acceso y alimentación. Otros, sin embargo, lo ven como una evolución natural: una industria de la moda más consciente, que se abre al bienestar integral como discurso aspiracional.
¿Qué nos queda a los consumidores? La necesidad de discernir. De saber cuándo estamos comprando salud y cuándo solo estamos comprando una etiqueta.


