¿Belleza o comodidad? La moda ya eligió su bando
Entre stilettos imposibles, corsés reinventados y siluetas que desafían la lógica ergonómica, la moda sigue demostrando que su vínculo con la comodidad es, cuando mucho, una relación complicada. Y aunque el siglo XXI nos prometía ropa funcional y estilos más relajados, el glamour, la teatralidad y la narrativa visual del vestir siguen triunfando por encima del confort absoluto.
Pero, ¿realmente es necesario sufrir para verse bien? O mejor dicho: ¿cuándo y por qué empezamos a aceptar que la moda más audaz viene con una cuota de sacrificio?

Desde los tacones de Christian Louboutin hasta las prendas estructuradas de Mugler o Alexander McQueen, muchas de las piezas que se consideran icónicas dentro de la alta costura no están pensadas para ser prácticas. Están diseñadas para impactar, para esculpir el cuerpo como si fuera una obra de arte viviente, para narrar una idea estética más allá de la funcionalidad.
“Una prenda no solo debe vestir, debe contar una historia. Y muchas veces esa historia exige más que comodidad”, afirman desde el estudio de Jose Ibarra Estudio, una firma ecuatoriana que fusiona arte y moda en sus colecciones escultóricas.
En una era de athleisure, crocs de diseñador y jeans oversize, parecería que la comodidad reina. Pero basta con ver las alfombras rojas, los editoriales de moda o incluso los outfits virales en TikTok y pasarelas como las de Balenciaga o Rick Owens para notar una constante: el statement estilístico todavía exige incomodidad. Corsés ajustados, zapatos con formas imposibles, textiles rígidos y capas de diseño que comprometen el movimiento corporal se han vuelto emblemas aspiracionales.
En un mundo hiperconectado, donde todos quieren destacar y crear una impresión memorable, la incomodidad se vuelve símbolo de esfuerzo, dedicación, incluso exclusividad. Si es difícil de llevar, es probablemente algo que pocos pueden usar.
No es casual que las nuevas generaciones estén cuestionando esta narrativa. Muchas voces feministas, activistas del body positive y diseñadores comprometidos con la inclusión están proponiendo una moda que no sacrifique el bienestar por estética. El auge del diseño con propósito, que considere tallas diversas, materiales flexibles y cortes favorecedores sin dolor, también está ganando su terreno.
Sin embargo, esto no significa que la incomodidad esté en retirada. Solo que ahora, más que nunca, es una elección. Y esa elección es, irónicamente, uno de los mayores lujos del presente: poder decidir si se quiere usar una prenda como una armadura, como una provocación, o simplemente como una segunda piel.
En definitiva, decir que “la moda no conoce la comodidad” es tanto una crítica como una declaración de principios. No se trata de invalidar la ropa funcional ni de romantizar el dolor, sino de entender que la moda —como expresión artística, cultural y simbólica— a veces exige formas poco prácticas para alcanzar resultados sublimes.
Como diría Iris Apfel: «No estoy interesada en la comodidad. La moda no es algo que tenga que ser cómodo. Si quieres comodidad, no te metas en esto.»
Y esa afirmación, aunque incómoda, sigue vigente.



María Lopez
hace 3 mesessin duda prefiero la comodidad